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sábado, 2 de febrero de 2013

CONCURSO DE RELATOS CORTOS - Quiero decirte algo, por Bettie Pathway.


Manhatto había pasado mucho tiempo preparándose para aquel momento. Lo había
ensayado muchas veces. Tantas, tantísimas, que había perdido la cuenta. Había
aprendido cada palabra de memoria, a pesar de lo difícil que era recordar los cambios que
él mismo hacía. Tenía miedo de que, a la hora de la verdad, lo que saliese fuese un
batiburrillo incomprensible, una mezcla incoherente de todos los discursos ensayados.
“No”, se dijo, y sacudió la cabeza. Miró fijamente al escaparate y vio su reflejo. Comenzó
de nuevo a ensayar, repitiendo otra vez las mismas palabras en su mente: “¿Sabes,
Arancha? Quiero decirte algo...”
Llegaba tarde. Arancha llegaba tarde. Y ella nunca se retrasaba. Era una maniática
de la puntualidad. Una vez se lo dijo, como haciéndole una confesión:
- Soy una maniática de la puntualidad. Dicen que es porque soy Virgo.
Desesperado, Manhatto comenzó a caminar de un lado a otro. ¿Qué iba a hacer?
No sabía donde vivía, siempre se habían encontrado allí, en aquella esquina, frente a la
tienda de electrodomésticos. “Si hoy no viene, estoy perdido”, pensó. Le había costado
mucho reunir el valor para decirle lo que sentía. ¿Y si se había cansado de él? Aquella
ocurrencia fugaz que pasó por su mente le dolió. Le dolió mucho. “Si hoy no viene, se
acabó”.
Pero con el eco de ese pensamiento, llegó Arancha. Al verle sonrió, como hacía
siempre. Sin embargo, había algo diferente en su cara. ¡Claro! ¡Estaba enferma! ¡Por eso
se había retrasado! Manhatto se sintió tremendamente aliviado, pero un instante después
se reprendió mentalmente. Arancha estaba enferma. ¿Sería un buen momento para
hablar con ella? Sus fuerzas empezaban a flaquear y él comenzaba a buscar excusas.
Ella se acercó a él, lentamente, le acarició la cara y dijo:
- Perdona, guapo. No me encuentro muy bien. No iba a venir, realmente. Por eso no
te he traído nada. Pero no estaba tranquila en casa, pensando que podrías estar aquí,
solo, esperándome. ¿Me perdonas?
Manhatto sonrió, y notó como un calor que solo ella le hacía sentir surgía de su
corazón y le inundaba todo el cuerpo. De él tomó la determinación para seguir adelante,
como había planeado.
- No importa. Quería hablar contigo. ¿Sabes, Arancha? Quiero decirte algo desde
hace mucho tiempo, pero hasta hoy no he podido reunir el valor necesario. Has sido para
mí, en las últimas semanas, como una vela encendida en medio de una habitación
oscura. No sé qué habría sido de mí sin estos encuentros. Seguro que nada bueno...
Cada día esperaba este momento y me entristecía cuando te marchabas. Ahora sé por
qué: porque no quiero que acabe. No quiero que te vayas nunca. No quiero estar
separado de ti nunca más. Sé que quizá esto sea demasiado para ti. Al fin y al cabo, no
me conoces realmente: me encontraste hambriento y me diste alimento, nunca me
preguntaste nada. Pero quiero contártelo todo, y que tú me lo cuentes todo. Quiero que
nos conozcamos hasta podernos encontrar a ciegas. Quiero grabarme en ti y que tú te
grabes en mí, y que siempre formemos parte el uno del otro.
Manhatto bajó los ojos, porque sintió que se le llenaban de lágrimas, y continuó
hablando, casi sin respiración, con la voz entrecortada.
- Tú ya formas parte de mí...- volvió a levantar la cabeza y puso una mano en la de
ella- ¿Qué me dices?
Manhatto permaneció así, tocándola, cosa que nunca antes había hecho. Estaba
satisfecho por su discurso, que le había quedado casi perfecto, y nervioso, esperando una
respuesta. Lo que no sabía es que Arancha había oído algo parecido a esto:
- Miiiiaaaaaauuuuuuuuu.
Pero ella le entendió. Le entendió como solo pueden entenderse las almas gemelas.
Arancha se sorprendió al sentir que Manhatto la tocaba por primera vez en semanas.
Aquello agrandó su sonrisa. Sonreía con los labios, sí, pero también con los ojos, con
todo su cuerpo. Entonces, le respondió con la voz congestionada:
- ¿Sabes? Creo que ya es hora de que formalicemos esto. No está bien que hoy no
te haya traído nada de comer. ¿Qué te parece si me acompañas a casa y te invito a algo?
Ella se levantó, se apretó el abrigo y comenzó a caminar, sin mirar atrás. No podría
soportar que Manhatto no la siguiera. Cuando giró la esquina se detuvo. Sintió el cuerpo
de Manhatto junto a su pierna y bajó la mirada. Él la estaba mirando también. Se agachó,
lo tomó en brazos y besó su cabeza. Él ronroneó y ella se estremeció con su tacto. Y esos
gestos, que no supo interpretar nadie, gritaban a los cuatro vientos:
- ¡Te he esperado tanto!

11 comentarios:

  1. Manhatto el gato... rima y todo xD Qué chispa tengo ;) jaja

    Un saludo ;)

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  2. ¡Aaaaay qué boniiiito! :') Llorando estoy de la emoción... ¡¡¡Pero qué boniiiiitoooo!!! Yo me imaginaba que fuera un perrete, pero bueno, un gato tampoco está mal... Ains!!! ^_^ ¡Precioso, preciosoooo!

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  3. Realmente precioso, es de los relatos más tiernos que he leído últimamente ^^

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  4. Precioso, sea el único relato o uno de 30, merece un premio enorme, es realmente emotivo, me metió de lleno en la situación. ¡Qué arte :)!

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  5. Ai por favor! que he acabado llorando jajajajaja me ha encantado!♥

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  6. Te ha quedado precioso!! Super tierno, yo por un momento pensé que le pasaría algo a ella, pero el final no me lo esperaba. Muy bonito *-*

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  7. Es precioso Bettie... me has engañado mucho rato... hasta que me he dicho ¿Arancha soportaría ese discurso tan cursi? jajajaja, entiéndeme... el caso es que a mitad del mismo me he dicho, vale, Manhatto ha de ser un perrunillo callejero... tía hasta he pensado que Arancha era una putilla y Manhatto un obseso enamorado jajajaja... en fín, que de eso se trata en los relatos cortos ¡y tu lo has conseguido conmigo!
    Mi voto es para tí :*

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  8. Bettie es una preciosidad!

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  9. Votada, y no porque seas Bettie, sino porque me ha encantado.
    Un abrazo,

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  10. Que preciosidad. Hasta puedo imaginarme a Manhatto físicamente, una ternura de minino.
    Suerte.

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